Es entonces cuando nos damos cuenta de la importancia de las cosas, cuando sabemos qué hemos hecho mal y dónde la hemos cagado.
Es ahí, cuando nos damos cuenta de todas las personas que han pasado a nuestro alrededor y quiénes han merecido la pena y quiénes están mejor fuera de tu vida.
¿Te duele? ¿Te duele que ésa persona ya no esté contigo? Entonces la querías.
¿Qué es lo que susurras en sueños? Su nombre. Pero ya no está, se ha ido, y no va a volver.
Te gustaba cuando te cogía de la mano a tus tres años de edad y te llevaba al parque.
Te encantaba cuando hacías algo bien, y como regalo, te compraba un helado, pero se te caía por tu pequeña cara, y él tenía que limpiarte con el pañuelo de tela que siempre llevaba en el bolsillo de su pantalón.
Siempre querías que te cogiese en brazos él, pero llegó ese día, en el que tú creciste, y entonces no pudo contigo, y tú llorabas, llorabas porque ya no te prestaba todo su cariño.
Y un día cogió un catarro, pero su tos no era normal, veías cómo cada vez le costaba más y más respirar...
¿Era un sólo catarro? Lo comprobaste meses después, cuando su tos se desvanecía cada vez más mientras estaba atado a una máquina que decían que era bueno para él.
¿Dónde está tu abuelo? Te preguntabas una y otra vez, pero a tus tres años, tus padres sólo te respondían: están de vacaciones.
Pero esas vacaciones ya duran demasiado, y he comprendido que no va a volver nunca, jamás.
Aunque su vago recuerdo siempre estará presente en tu mente, y sobre todo en tu corazón.
Le echas de menos. Echas de menos a tus abuelos. A los cuatro.
¿Y qué puedo hacer? ¿Desahogarme cogiendo una hoja y un bolígrafo? A mis quince años de edad, casi dieciséis he comprendido que lo que la vida te da, al rato te lo quita, y que tienes que ser feliz con lo que tienes. Que quizá sea duro, seguramente lo sea, pero eres fuerte. También he comprendido, que no hacen falta muchos años, para que te des cuenta de que una persona merece la pena que permanezca a tu lado, y que no hay que desperdiciar el tiempo que pasas junto a esa persona.
Y que, pase lo que pase, mi corazón seguirá manteniendo en vida a mis abuelos, a los cuatro.