Porque simplemente, cuando crees que algo nuevo ha empezado, te das cuenta de que nada ha terminado.
De que sigues dejando la luz de tu mesita de noche encendida, por si vuelve. Sigues dejando dos cepillos de dientes en el vaso, y sigues comprando su marca favorita de ketchup.
Escuchas su voz entre tus sábanas susurrándote: "podría estar horas seguidas mirándote cuando duermes y no me cansaría nunca."
Y esas rosas, que aunque muertas, siguen metidas en ese florero que te regaló por tu cumpleaños, hace un par de años.
¿Y qué será de esa mirada que atormentaba todos tus sueños? ¿Seguirá mirando las estrellas como cada noche hacía contigo?
Poco a poco, te planteas si sigue pensando en ti como la primera vez. Si sigue poniendo la alarma a las nueve de la mañana los domingos y si sigue escuchando la canción que os recordaba el uno al otro.
"¿Hace cuánto que no le ves? ¿Hace cuánto que se ha marchado? ¿Volverá? Y sobre todo... ¿Podréis perdonaros alguna vez?" Ese tipo de preguntas, aparecen cada día en tu mente. Y tratas de no responderlas, aunque sepas todas las respuestas.
Exactamente hace 138 días que se marchó. 111 días que no le ves, ya que la última vez, fue en aquella estación de trenes, por la cual jamás he vuelto a pasar, por no querer recordarle. ¿Volverá? Quién sabe. ¿Os perdonaréis? Si nuestro orgullo le planta cara a eso que alguna vez llamamos amor, por supuesto que podemos perdonarnos.
¿Quién sabe? Quizá todo lo que tengamos en común, no sea suficiente. Con una mirada supimos que teníamos que darle al 'pause' en nuestras vidas, que tal vez con el tiempo, volvamos a tener algo... Jamás será tan bonito como lo que tuvimos, pero, no sé, nunca se sabe, esta historia aún no ha terminado.
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