sábado, 22 de noviembre de 2014

Sábanas pasadas.

Ellas (me) dicen que
saben quererte mejor
ahora que yo
no estoy más
a tu lado, y que
sonríes
de forma diferente
desde que no nos vemos, y,
yo les dije que
nunca he visto
sonrisa
más sincera que 
cuando te besaba
después de uno
de esos
que tanto nos gusta
en la cama.
Les dije que
nunca has sido
tan bonito como
cuando (yo) te miraba
de lado y
te dabas
media vuelta
en nuestra cama
porque
decías que
no te gustaba
cuando te miraba
fijamente.

Y solamente
vengo a recordarte,
que cuando agachabas
la cabeza
y decías
"te quiero"
y después
sutilmente
susurrabas al viento
mi nombre,
me invadía un
no sé qué,
que qué se yo,
que ni la galaxia
más cercana a 
mi mundo
puede sentir
ese escalofrío
que tú provocas
las noches en las que
más frío
tengo.

Y ya no sé
si recordarte
con la luz apagada,
porque el corazón
se me acelera,
cuando doy
la última calada,
y al cerrar los ojos
pienso
en que existimos
-de forma pasada-
por un tiempo
tú y yo
juntos, y que,
sonábamos
más bonitos que
Sabina cantando
bajo la Torre Eiffel
o que
nos admiraban más
que a un
cuadro de Botticelli,
porque no había quien
pintara nuestro desnudo
más que nosotros
cuando nos
pintábamos
a oscuras.

Y bueno,
qué voy a decirte
yo de arte, si tienes el 
récord del mundo
en ser
la geografía
con más ganas
de ser visitada.

Porque yo ya 
te digo que
me es imposible
pensarte
sin decirte que
ese lunar que tienes
en el lado
izquierdo de
tu cadera,
aparece cada noche
en mi
mapa de sueños.

¿Y qué más
puedo escribir
que no te haya
(d)escrito ya?
Creo que
-a veces-
al suspirar
recuerdo
cómo, cuánto, y
en qué lugar,
complacías
a mis oídos
con tus
susurros
entrecortados por
tu risa
y acariciabas
mi nuca con tu
dedo pulgar, y
yo me sentía
absurda y
completamente
atraída
por tus roces.

Y dicen también
mis huesos
que están congelados
desde que
dejaste
que el Invierno
penetrara en ellos.

Pero
no pasa nada,
solo pasan
días
y doce noches
en las que
el insomnio tiene
nombre
y apellidos.


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