Me había perdido por completo aquel día a principios de Junio, no me encontraba yo, y no me encontraba nadie. Apenas me sentía completa, y tampoco nadie me completaba. Me sentía vacía en un mundo repleto de personas con ganas de sentirse llenas, como yo.
Pasaban los días y sin darme cuenta, a mediados de Junio sonreía como una niña pequeña cuando acaba de estrenar un juguete precioso.
Alguien estaba removiendo mis sentimientos, y yo necesitaba sentirme así como agua en Mayo... ¡vaya que si lo necesitaba!
Ahora que estoy en medio de una canción desesperada diré que de no haber sido por aquellas sonrisas que me sacaron a flote, me hubiese hundido hace mucho.
Me sentía a salvo entre carcajada y carcajada, pero no me daba cuenta del sentimiento que estaba ocurriendo aquí adentro, del sentimiento de rareza que me envolvía.
Los "buenos días" me daban la vida, y las "buenas noches" a veces sentía que me la quitaban porque no sabía si al día siguiente íbamos a volver a hablar o simplemente lo dejaríamos pasar, y la verdad es que no me apetecía dejar de hablar contigo.
Los abrazos imaginarios se apoderaron de mi mente, y en un intento de dejar de pensar en eso, el corazón me arrebató esa idea de la cabeza, y no hizo otra cosa sino que hacerte aparecer cada noche en mi mente.
Maldito corazón impredecible.
Por las noches dormía abrazada a la almohada para aparentar que te tenía aquí cerca, pero al segundo día ya no me servía esa manera de sentirme como si estuviera a tu lado. Y tenía ganas de estarlo de verdad.
Cuando por fin escuché tu voz, sentí cómo las hormigas invisibles subían con delicadeza recorriendo toda mi piel: desde los pies hasta los hombros. El cosquilleo producido era similar al de las caricias y entonces pensé: ojalá estuvieras aquí.
Pero no estabas.
Los días pasaban y yo pasaba de imaginarme sin ti a imaginarme contigo, y mentiría si dijera que no me gustaba imaginarme contigo, porque el poder que tiene la mente para imaginar me daba la vida, ya que no podía tenerte aquí a mi lado.
Así que un día te besé mentalmente y creo que me gustó más que cualquier beso que me hayan dado. Me hubiera escapado de casa de no ser porque las consecuencias de hacer eso serían no volverte a ver, y casi que prefiero hacer las cosas bien a perder cualquier minuto sin ti.
Y, ¿sabes una cosa? En mis pensamientos hasta la torre Eiffel nos tiene envidia por tener más luz propia que ella, incluso Roma parece poco romántica cuando pienso en ti y en tus vértices, y Venecia me ha dicho que nos regala un paseo por sus aguas si le prometemos que no seremos tan bonitos como ella, pero me da que es imposible, porque tú eres precioso.
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