Y recitarte los poemas que escribí plasmando toda tu belleza
en las curvas de tus caderas.
Y cantarte al oído la sinfonía que creas con tus palabras
cada vez que murmullas una palabra.
Y robarte las caricias que un día le diste al viento
mientras peinabas las nubes con la punta de tu dedo índice… Ese mismo dedo que recorría
el camino recto de mi espalda una y otra vez y que tanto te gustaba.
Y hacer volar las ganas que tenemos de comernos a besos como
aquellas cometas que descubrimos en el cielo el día en que todo empezó.
Retorcerme de dolor cuando me haces cosquillas porque ese es
el mayor dolor que existe cuando estoy a tu lado.
Cuchichear con las hojas de mi diario lo enamorada que estoy
de los luceros que tienes por ojos y del brillo que desprende mi sonrisa cuando
me subes al cielo y cuando paseamos dando tumbos por las nubes sin importarnos
la hora, el día o el año en el que estemos.
Reírme a carcajadas de tus tonterías que viajan en barcos de
pirata y llegan hasta Narnia con los restos del último beso que me supo a
gloria.
Sonreírle al mundo, porque te tengo.
O llorarle a un charco, porque es todo mentira entre el desorden
que hay en mi cabeza.
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