martes, 18 de febrero de 2014

Sobrenatural.

Me gusta viajar en el lado derecho del coche porque siempre voy al lado de la calzada para ver los paisajes que se representan mientras capturo algún que otro momento con mi cámara.
La carretera se va alejando cada vez más rápido de mi vista y yo desaparezco en un mundo de nubes que hoy permanecen bajas en el cielo, hoy las nubes parecen realmente de algodón. Son blancas como un puñado de palomitas y el cielo está tan azul como sus... ¡mierda! Otra vez sus ojos.
Querido corazón, relájate o él va a notarlo... y no es precisamente lo que quieres. ¿O sí? Bueno, tal vez es lo que más desees en el mundo. No sé. Nunca sé qué es lo que quiero realmente hasta que alguien (como él) me formula la pregunta, y en estos momentos, no quiero que nadie me pregunte qué es lo que quiero, porque estoy realmente bien tal y como estoy.

Qué guapo está cuando conduce... y qué hermoso ha sido siempre... desde que le conocí. A veces me arrepiento de no haber coincidido más tiempo en esta vida, tras diecisiete años, no me había sentido tan conectada a alguien jamás, es algo realmente conmovedor.
Sus ojos vuelven a clavarse en mi nuca mientras yo miro por la ventana del coche al mismo paisaje, que no parece cambiar nunca. Sé que me está mirando porque quizás cuando sus ojos se reflejan en el cristal, no los sé diferenciar entre el cielo y ese color, pero sus dientes que retratan una sonrisa, sí que se reflejan, y a mí me hace feliz tan sólo con un gesto.
Los minutos pasan y para mi sorpresa, justo diez minutos antes de llegar al lugar con el que quiere sorprenderme hoy, me susurra en el oído: "Ponte la venda, falta poco para llegar. Y... disfruta de esta canción."
¿Qué canción? No escucho nada...
Ya empieza.
Una guitarra eléctrica acompañada de otro piano eléctrico resuena en el coche y noto cómo está sonriendo mi chico. Sabe que me encanta esa canción. Sabe que me hace sentir cosquilleos en el estómago y que me eriza la piel con facilidad. Así que la curvatura de mi sonrisa lo dice todo... Canto:

Too late, too old to follow your heart...
Too young, too scared, don't know where to start...
There are so many roads you don't know where to go.
Maybe some of them are paved with gold...

Él suelta una carcajada. Le encanta que cante. Dice que lo hago bien, que tengo una soltura que no había escuchado jamás a nadie y que le produce alegría mi voz, que es distinta a todas las demás, que mi registro musical le ha sorprendido mucho durante este tiempo y que cada vez me supero más...
Demasiadas cosas bonitas las que me dice. ¿Y si me estoy volviendo loca por su culpa? Porque hace ya mucho que no me siento cuerda, porque me gusta la locura; me gusta divertirme; me gusta soltarme el pelo; me gusta ver películas de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa; porque soy una melómana; porque bailo y canto sin cesar; porque no me importa lo que la gente piense. Con él me he dado cuenta de que algunas cosas cobran mucho más sentido que antes, porque el amor es lo que hace, hacer que todo recobre su sentido o que al menos parezca que las cosas tienen alguno. 
Hemos llegado al lugar porque el coche se ha detenido justo tras tres repeticiones y media de la canción. Estoy nerviosa pero sé que me va a sorprender, porque sabe que no necesito mucho para sobresaltarme, sabe que con un poquito me sobra y me basta para ser feliz, si lo importante es que permanezca a mi lado. Y de hecho lo hace. Me ayuda a salir del coche, y lentamente comienza a recorrer mi cuello con las yemas de sus dedos... Me encanta.
Me encanta todo él en realidad, pero que haga esas cosas me ruboriza y hace que sienta que quiera pasar el resto de mi vida a su lado, hace que mi piel se ponga de gallina, hace que me recuerde por qué estoy aquí: le quiero.
Cuando por fin logra (y quiere) desatarme el pañuelo para que pueda descubrir el lugar en el que estoy, me pide por favor una última cosa, que cuente hasta tres para abrir los ojos, y así lo hago. Me quita el pañuelo y un radiante Sol me quema la cara. Uno, dos y tres...
Él aparece a unos metros de mí en la orilla de un río y detrás de sí, una cascada impresionante. Maravillosa. Alucinante. No puedo creérmelo.
Rápidamente corro a sus brazos y le planto un beso largo. Dura más de dos minutos. Le adoro.
Poco a poco comienza a quitarme la camiseta. Y yo a él la suya. Qué placer más bonito el de poder tocar sus abdominales y el de que él pueda sentir mis huesos y hacerlos suyos. Me abraza. Me hace un gesto y rápidamente entiendo que lo que quiere es bañarse conmigo en aquel río con esa cascada tan enorme y tan hermosa. Así que me quito los pantalones cortos y me meto en ropa interior al interior del río, donde él me espera en el centro. El agua no cubre más arriba de nuestras cinturas y es perfecto. 
Nos dirigimos bajo la cascada y mi pelo se moja junto a nuestras pieles, que yacen debajo de ella muy a gusto. Jugamos con el agua y ella juega con nosotros produciéndonos sensaciones de frío y de calor porque hace que nos juntemos más el uno al otro. 
Joder... qué maravilla. Creo que he descubierto la Octava Maravilla del mundo... Creo que es otro número más en mi lista de placeres. Y por supuesto, otro vicio más. 
Sus labios carnosos besan mi abdomen y con eso recorren todo mi cuerpo y una vez más me siento la persona más afortunada del mundo. Una vez más me siento cómoda. Una vez más... (tú)


(Una vez más añoro el estar aferrada a alguien.)  



viernes, 14 de febrero de 2014

Vivir y amar no es simple para nadie.

Inconforme al mundo en el que vivo, desato hoy una rabia muy poderosa en estos versos.
Declaro abierta la jornada de puertas abiertas a romperme el alma, porque eso es lo que estáis consiguiendo todos con vuestros detalles, abusando de mi buen carácter y abusando de mi corazón, que roto en trozos ahora yace sobre el colchón, ¿y quién piensa arreglarlo?

No entiendo qué me pasa ni por qué. No entiendo el por qué de mis sucesivas noches en vela y por qué se dibujan en mi cara lágrimas si lo que quiero es todo lo contrario, sonreír. Trato de entender por qué tengo tantas pesadillas las horas que consigo dormir pero no, no tiene una explicación. 
Quizás el mundo se ha vuelto en mi contra (más aún).
Digamos que no estoy pasando por mi mejor momento. Digamos que lo de ser una ignorante para intentar ser feliz no me ha dado resultado porque las repercusiones han sido peores que los remedios que he impuesto. Digamos que me hace falta un cambio.
"¿Qué cambio?" Mi mente pregunta sin cesar.
Estoy cansada de la misma historia de siempre. Que sí, que el amor no lo es todo, que la amistad y la familia también son importantes, pero, ¡soy una romántica! Amo cada cosa que veo, siento, o hago. Amo la música, leer, escribir,... amo el mundo y amo también a las personas. 
He aspirado a amores platónicos y he conseguido llamar su atención. He intentado que Noviembre se me borrase de la mente. Lo he intentado de veras, pero... no consigo eliminarlo.
Tal vez si viviese en otro mundo... otro mundo donde el color verde reinase sobre las cosas y no el negro y el gris, joder, ¡qué cansada estoy de esos colores! 
También he pensado en mandarlo todo a la mierda, tirar la toalla y desistir, pero yo no soy así, soy competitiva, soy luchadora, soy trabajadora, soy realista, soy yo y voy a luchar, porque me gusta, me encanta entrar en disputas entre el corazón y la razón, debatir si estoy o no enamorada, oírles discutir, entrar en un diálogo que se basa en "hazlo", o "no lo hagas" y que al final tenga más partidos ganados el corazón, porque me gusta ser pasional. 

Instintivamente estos días he reconstruido mi mente y he conseguido ver que es muy difícil olvidarse de una persona a la que ves prácticamente todos los días, pero también he logrado aprender que si un libro me cansa... por mucho que pase de página, la siguiente no va a ser mejor porque seguirá siendo malo, así que tengo que cambiar de libro. Elegir otra persona que llene mi traumatizado corazón. Me lo han roto tantas veces que no me dolería otra vez más... me han decepcionado tantas veces que estaría dispuesta a acostumbrarme si por lo menos me asegurasen que no iba a pasar las noches de insomnio sola... todo sería más fácil.
Ojalá pudiese manipular a mi corazón y avisarle de que no vuelva a enamorarse en mucho tiempo, repetirle cuantas veces haga falta que se olvide del dichoso mes de Noviembre y de sus consecuencias, y acariciarle de vez en cuando para que se tranquilice... Ojalá.