domingo, 28 de abril de 2013

Atentamente, una melómana.

No sé muy bien cómo empezar esto. En realidad no sé si voy a conseguir expresar realmente lo que quiero, porque es complicado, es algo que sólo entenderíais si estuvierais dentro de mi mente.
Supongo que debo empezar dando las gracias, aunque no podáis entenderlo.
Gracias por estar ahí cuando estoy triste, porque al fin y al cabo eres lo que consigue que permanezca viva. Eres eso que necesito cada día, a cada hora, en lo que pienso cada segundo del día. Nunca me dejas tirada. Y eso es algo que valoraré siempre.
¿Y sabes qué?
De lo único que tengo miedo en esta vida es de quedarme sin ti, pero sé que eso jamás pasará, y lo sé porque hasta que muera me acompañarás el resto de mi vida.
Gracias por los buenos momentos, porque la mayoría de las sonrisas las acompañas tú, siempre dando la nota.
Jamás podría describir este sentimiento, porque cada vez que te escucho es como si hubiese encontrado la octava maravilla del mundo, y es que yo vivo en tu planeta.
Incluso me ayudas cada vez que necesito escribir algo, ¡es genial!
Tengo mucha suerte de poder escucharte, y poder sentirte. Porque la sensación, es lo mejor de todo. ¿Sabes cuando te acarician el pelo muy suave y lentamente? Pues esta sensación es mucho mejor.
A veces me haces llorar, pero es normal, porque transmites tanto que las lágrimas salen solas.
Me emociono cada vez que coloco los cascos y te escucho en una grabación. Aunque está claro que es mucho mejor escucharte en directo, porque me tiemblan las piernas si te escucho al natural.
Cuando mi día empieza a las seis de la mañana y no tengo ganas de ir a clase, o de simplemente levantarme de la cama, tú eres una de las razones que hace que salga de mi cama pegando un brinco y con una sonrisa enorme, da igual que sea lunes, martes, miércoles, jueves o viernes.
¿Te he hablado alguna vez de cuando estoy enamorada? La mayoría de las veces todo es muy sentimental y muy feliz... Pero cuando me pongo a pensar, haces que mi mente se vuelva triste. No sé. La razón de mi bipolaridad muchas veces eres tú.
Pero no pienses mal, eso no quiere decir que no sigas siendo la razón de mi felicidad, que lo eres, y lo serás siempre, y nada ni nadie podrá superarte... Porque...
Querida música, tú has sido, eres y serás mi hobbie favorito.
Y en un papel, no puedo expresar la mitad de lo que siento cada vez que escucho la intro de una canción perfecta o cada redoble de tambor que escucho, porque eso consiste en sentirlo, en sentir ese hormigueo en el estómago. Esa vibración en el cuerpo cuando la música está al máximo volumen y te retumba el doble el corazón.


viernes, 12 de abril de 2013

En el vacío de mis pensamientos.

Aún con los oídos tapados reconocería tu voz, porque la tengo grabada en el alma.
¿Y sabes? Quizá lo único que tenga que hacer sea dejar pasar las cosas, aunque sepa perfectamente que todo lo que necesito eres tú.
Que puede que pasen mil chicos delante de mí, pero ninguno hará que me gire, porque ninguno de ellos llevará tu perfume.
Cualquier cosa ya me recuerda a ti, cualquier forma de hablar, la manera de expresarme...
¿Sabes? Tú no estás ahí para escucharlo, pero a veces, mi voz se rompe. Mi voz se vuelve ronca y se junta con el lamento y la sinceridad de mis lágrimas. Y entonces ya no vuelvo a ser la misma.
Me he roto. He partido en mil pedazos lo que antes estaba recompuesto y lo que decía quién era yo, y ahora... Ahora, ¿quién soy? ¿Qué ha cambiado? O mejor dicho, ¿qué has cambiado en mí? ¿Por qué no puedo recomponerme? ¿Por qué no puedo volver a ser la misma chica de antes que no sonreía, que era borde y que nunca decía cosas bonitas?
A veces echo de menos algunas cosas, ¿la soledad puede echarse de menos? Bueno, no creo que se trate de la soledad, sino de tiempo para mí. Porque no tengo tiempo de pararme a pensar y decir: 'eh, mira, la razón del por qué estás así está ahí, delante de ti, sonriéndote en este mismo momento.'
Y no sé qué hago ahora mismo escribiendo si nadie va a leerme, nadie me entenderá y nadie hará que esto cambie. Supongo que es una forma de escaparme de mis pensamientos, aunque los retrate aquí mismo, en forma de palabras, o en el folio, en forma de tachones, nombres propios y promesas que jamás saldrán a la luz.
Alguna vez he logrado imaginar cómo sería si todo lo que escribiese en papel se hiciera real. Pero digamos que mi imaginación da para mucho, demasiado, y aunque estos relatos puedan ser leídos por vosotros, mis pensamientos jamás nadie podrá entenderlos y es entonces cuando me quedo igual que cuando empecé a escribir esto: vacía.





lunes, 1 de abril de 2013

Después de una tormenta...

Podría tratar de recomponerme, porque me he roto en mil pedazos.
Pero no, no puedo recomponerme porque esos pedazos no tienen que ver sólo conmigo.
El día está nublado, los árboles se zarandean hacia un lado y hacia otro al compás que mi pelo. A la vez que se va haciendo de noche, la niebla baja cada vez más y a mí me cuesta mucho divisar hacia dónde me dirijo. Sí, tal vez si estuviese en el centro sería mucho más fácil llegar hasta mi casa, pero me he ido a las afueras a hacer unas cuantas fotografías y ahora no consigo saber dónde estoy. Parece que todo el mundo haya desaparecido. Todo el mundo menos yo.
Para colmo, unas gotas de agua están mojando mis labios, mis mofletes, mi frente, y sucesivamente, hasta calarme entera. ¿De verdad esto tiene que pasarme a mí? Parece ser que sí.
Trato de guiarme siguiendo la luz de algún que otro coche que pasa por aquí, pero aún así, sigo sin saber en qué calle estoy.
Ahora que lo pienso... Este día tan raro y estas calles tan confusas se asemejan con los pensamientos en mi cabeza, porque estoy hecha un lío. Sí... Hace unos días lloraba como si se estuviese acabando mi vida, hace tres estaba sonriendo como una niña pequeña y ahora mismo... Ahora mismo no sé qué pensar. Los problemas pueden dejarse apartados varios días, pero cuando te das con ellos de frente, no puedes apartarlos, y tienes que afrontarlos. Y eso es lo que me ocurre a mí.
Siento que mi alma se ha roto, que ya no queda nada de mí, que me he vuelto fría y a la vez muy sensible y que no soy yo misma.
Porque yo antes era la chica más dulce que podíais conocer, los abrazos me encantaban y las caricias en la espalda me mataban. ¿Ahora? Ahora todo ha cambiado, yo he cambiado, y no tengo ni idea de por qué. Tan sólo me muestro tal y como debería ser ante pocas personas, y normalmente, soy una borde sin cuidado. Y lo siento mucho, pero me han dado tantos palos ya en esta vida, que no puedo tratar a cualquiera con dulzura y amabilidad.
Tal vez tenga que empezar de cero. A lo mejor estoy siendo un poco egoísta, a mí tampoco me gusta ser así, pero ya no sé cómo volver a la normalidad, porque mi razón para ser normal ya no está, y ahora sólo quedan trocitos de rabia y locura acumulados en mí.
Hasta que llegue esa persona que consiga calmarme, que consiga que mis pensamientos estén tranquilos como la noche que acaba de quedarse hace dos minutos.
Dicen que después de una tormenta siempre llega la calma.