martes, 30 de diciembre de 2014

Encendiéndose.

Estaba ardiendo. Temía que se le apagara la llama aquella noche. Temía que el Invierno llegara antes de lo esperado, que no pudiese disfrutar de aquella noche de meteoritos cayendo sobre el mar.
Tenía los ojos iluminados por la luz de la luna, estaba precioso, tenía los mofletes rojos y el iris de un color amarillento. Era demasiado bonito para ser real.

Aquella noche la esperaba a ella. No sabía cómo era, pero le daba igual, sabía que aunque fueran polos opuestos, podrían arder juntos, podrían encender las luces el uno del otro, porque de eso se trataba, de concordar, los dos querían llegar a sentir lo mismo, el calor de un amor interceptado por una chispa de homogeneidad entre ambos.

Ella era transparente como el agua (aunque olía diferente, olía bien, olía a ganas de quemarse, olía a adicción).
Ella a veces parecía peligrosa, parecía un incendio forestal si alguien le penetraba en su corazón como un rayo lo hace en el cielo.
Aunque dice que le atraían las cosas que quemaban, como una noche entre un montón de infiernos con ganas de jugar alrededor de una hoguera.

Cuando ambos se encontraron y se saludaron, supieron que aquello no iba a quedarse ahí, en tan solo un apretón de manos. A ambos les invadió la sensación de calor y nada más llegar a casa comenzaron por quitarse la ropa.
Estaban ardiendo en deseos de... digamos que de provocar un incendio. Eran los pirómanos perfectos para llevar a cabo esa misión.

Y así fue como el fuego, conoció a la gasolina.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Intensamente fugaz.

No estás.
Yo quiero estar.
Tú puedes pero no quieres.
Yo quiero pero no puedo.

¿Nuestra solución?
Dejarlo estar.
Mantenernos fuertes,
no estar en ruinas.

Yo desaparezco
mientras intento olvidarte.
Y tú no te vas,
no quieres irte de mi mente.

Yo intento
romper las fotos,
los recuerdos,
no mirarte a los ojos.

Romperme los huesos,
por nuestros besos,
y morirme de ganas
por uno de esos.

Pero a lo único que
rompo, es a llorar.
Y no puedo hacer más
que lo que he hecho ya.

He rezado
aun sin ser creyente
a la muerte
para que no me lleve.

Mis demonios
cada vez
sonríen más y yo...
yo ya no estoy más.

Me he ido de
la vida de muchos
y no consigo entrar
en la vida de nadie.

No sé qué hacer,
es exasperante
estar así.

Fue tan intensamente fugaz
este amor, que ahora
la estrella se ha estampado
contra la realidad.

Maldito amor,
debiste ser bueno,
o soy yo, que quizás
he nacido para el odio.

Lo único que
se me da bien del todo
es la sensación
de echarte de menos...
todo el tiempo.


domingo, 14 de diciembre de 2014

Caótico desastre emocional.

Soy tan transparente
que puedes ver en mí
las lágrimas de cocodrilo
y las ojeras de insomnio.

Soy tan transparente
que me pondría ahora mismo
a gritar tu nombre
seguido de un «te quiero».

Soy tan tonta... perdón,
tan transparente
que podrías pedirme que
me bañase en el mar
con mis sentimientos al desnudo
y lo haría.

Soy tan victimista del amor,
que hasta el propio Cupido,
dejó de clavarme flechas
para empezar a hacerlo
con cuchillos.

Soy tan patética
que cuando tengo ganas de llorar
me escondo en la ducha
para que no se note.

Soy tan pasional...
pero tan, tan pasional...
que quise acabar este poema
con algo especial
y solo se me ocurrió
una simple y dichosa frase
caótica:
me haces falta.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Imposible.

Ella era escéptica,
emanaba en su interior
un río de
desesperanzas.

Andaba siempre
en línea recta y decía
que no hablaba nunca
del amor.

Sonreía a ciencia cierta
cuando un gesto
de un bufón
le hacía gracia a su corazón.

Y dice
que conoció
el amor,
el día en que murió.