domingo, 26 de octubre de 2014

Me debilitan.

No os hacéis una idea de cuántos demonios crecen dentro de mí y de qué forma...
Están hambrientos y pretenden devorar mis entrañas. Les da igual cómo, y cuándo...
Duelen.
Aquí dentro no hay espacio para seres inhumanos. Ni siquiera tuve el poder de decidir si quería venderle mi alma al diablo... Y lo hice.
Ahora es él quien me controla.
Me manda tareas incalculables. Habita en mis vértices y me hace tener la necesidad de mostrarle al mundo entero de qué pasta estoy hecha.
Aunque yo no quiera.
Aunque no sea capaz de pestañear en cada paso que doy.
Me muerden si doy un paso en vano. Me ponen la zancadilla si hago algo de forma en que a ellos no les guste.
No hay forma de calmar a mis demonios. No hay forma de hacer que paren.
Intento pedir ayuda pero nadie contesta a la llamada de socorro.
Intento salir de este mundo pero cada vez me adentro más en lo oscuro.
Las rosas pinchan cada vez más.
El humo negro me atrae.
Las cápsulas de felicidad hacen que recorra su cuerpo mentalmente cada noche... les llamo cápsulas de felicidad porque me hacen pensar en él y en la manera que tiene de arquear las cejas cuando algo no le gusta. 
Susurran voces en mi cabeza versos rotos de poetas suicidas... Intento hacer que callen pero no logro conseguirlo, no hay fuerzas suficientes...
Nunca he sabido qué es el amor.
Es una palabra frustrante para mí. Me hace daño solo con leerla y por eso intento alejarme de ella lo máximo posible.
No hay amor.
No hay pasión.
Solo lujuria en mis ojos.
Pero mi corazón dice que quiere actuar. Que ya le toca a él. Que no es un monstruo... Aunque a mí sí que me parece un ser monstruoso. Le tengo miedo. Un miedo terrible.
No hay amor.
No hay ojos que me miren con luz propia.
No hay faros encendidos donde pueda dirigirme sin perderme...
Solo hay gemidos en medio de la soledad... solo hay partículas en mitad del Universo... diluidas, en forma de gas... mentes disecadas... silencios que gritan fuerte, gritos que se silencian en mi garganta...
No hay amor.
Quizás así mis demonios se lo crean y puedan irse de mi mente...
Sí hay vicios... está su boca.
Sí hay debilidades... está la sensación de sus labios en mi espalda...
"¡Calláos!", les grité.
Y por un momento bajaron el volumen...

Solo musitaban una cosa... tu nombre.

martes, 7 de octubre de 2014

Pensándote.

A mí decidme que no entiendo de amores. 
Decidme que no sé lo que es mirarle a los ojos y esbozar una sonrisa con cada gesticulación de mi cara.
Decidme que no le he tenido entre mis brazos y he apretado tan fuerte que desearía no haberme separado nunca de él.
Atreveos a negarme que no rocé sus labios, su cuello, su piel... y entonces, solo entonces, podréis afirmar que no le quería.

Pero eso no ha pasado (ni pasará).

He visto su iris apareciendo como la luz más bonita en el Universo.
He visto su pelo despeinado por mis manos guerrilleras.
He visto su sonrisa. (Y que nadie trate de separarme nunca de ella.)
He visto su imagen en mil sueños, y le he visto dedicándome la mirada que esperaba en los límites de la ciudad más hermosa del mundo.

Traté de contener a mi corazón, pero cada día latía en sintonía con el de otra persona...
Cada día iba creciendo...

Que no desearía verle todos los días (oh, por supuesto que lo haría).
Que no desearía discutir entre risas con él cada día mientras hablamos por teléfono.
Que no desearía que él me quisiera con la misma intensidad que yo le quiero.
Con la misma fuerza.
Con la misma confianza.
Con el mismo empeño...
Vaya si lo haría...

Ojalá no tuviera que echarle de menos cada minuto del día...

Ojalá estuviera aquí...
Ojalá tuviera razones para dejarle ir... pero sabe perfectamente que no las tengo.


Y la única razón de escribir este texto era no pensarte, pero no me sirve de nada si cuando escribo lo hago para ti.

(Lo siento, pero te siento.)