jueves, 29 de mayo de 2014

Inexplicable.

La cordura siempre ha sido lo que me ha vuelto loca.
Y los versos siempre han sido mi manera de escapar de las palabras, irónico, lo sé.

Sé que muchas veces me he mordido la lengua por miedo a dejar que me la muerdan, sé que muchas veces he caído por miedo a ver caer a otra persona, y muchas veces me he clavado yo misma los cuchillos con la esperanza de acostumbrarme al dolor si otra persona lo hacía. Pero no. Nada de esto dio resultado nunca. No conseguí crecer intelectualmente porque sin saberlo, dejé de aprender y aprendí muy rápido a la vez.
Nunca he logrado escuchar una canción entera sin aprender de ella una enseñanza, y tal vez es por eso por lo que intente ir adelantada en todo en la vida.
Pero estoy muy cansada.
Mentalmente.
Físicamente.
Estoy agotada.

En realidad no sé cómo expresar todo esto de una manera en la que logréis entenderlo. Tal vez es algo difícil entenderme, y por eso necesito a alguien a mi lado que intente comprender todo este desastre.
Porque soy un desastre. Y por eso necesito a otro desastre a mi lado que se llame perfección.
Se supone que si lo imperfecto se junta con lo perfecto, hay estabilidad, y es precisamente lo que yo necesito.
A ver, ya sé que es difícil, pero me gusta lo inexperto, y yo de esto no tengo ni idea. (Me refiero a vivir.)
No sé.

Alomejor estoy delirando una noche más y estoy algo perdida y mañana después de una noche sin dormir vea el mundo de otra forma. Si es que soy impredecible. Ya os he dicho mil veces que no hay quien me entienda, y sin embargo, (pocos) lo hacen.
No entiendo cómo me soportáis, cómo soportáis la inestabilidad de una persona como yo, que sabe lo que quiere pero no sabe cómo conseguirlo, no tiene ni idea. Si es que soy todo defectos.
Tengo para regalar.
Supongo que en un Universo paralelo todo esto sería diferente. Yo sería guapa, me vería bonita, a vosotros os encantaría la manera en la que me expreso, me entenderíais, sería famosa, habría escrito un libro, sería deshonesta con el mundo pero me irían bien las cosas, tendría estabilidad, dinero, ropa bonita, mi voz sería de un tono especial, sería alta,...

Pero de repente veo las cosas de otro modo.
Soy inestable.
No me gustaría un Universo paralelo porque todo el mundo leería el tipo de sandeces que estoy escribiendo ahora, y todos llegaríais al final de mis versos, y entonces todo el mundo se preocuparía por mí cuando no hay de qué preocuparse porque normalmente siempre soy así y me agobiaríais.
Así que, supongo que pasar desapercibida por el mundo es mucho mejor que toda esa mierda que os rodea a algunos. Y no me gustaría sentirme así porque no podría ser yo misma. Y si de algo estoy orgullosa es de ser como quiero ser y no mostrar dos caras al mundo. Y si de otra cosa también estoy orgullosa es de dejarme conocer poco a poco, y de sorprender, no sólo a los demás, sino también a mí misma con mis innovaciones personales.
Y de superarme.
Y de que todos piensen que no puedo y luego poder con todo.
Y así me siento ahora.
Hay una infinidad de sentimientos en mí que no puedo controlar y... si soy sincera, he pensado publicar esto únicamente en mi blog privado, pero estoy cansada de no dar la cara. Y aquí me tenéis en cuerpo y alma.


lunes, 19 de mayo de 2014

Sin título.

Mira que nunca he pensado que un miércoles pudiera ser bonito, pero aquellas cuerdas vocales sonaban como lluvia en el tejado, como un sinfín de hojas moviéndose con el aire y a la vez siendo escritas con la sangre de un poeta suicida con ganas de seguir viviendo.Inusuales.

Mis manos sostenían un libro que iba sobre cómo enamorarse (yo ilusa por poder encontrar el amor en unas páginas de autoayuda, porque nunca antes lo había encontrado), y entonces, lo escuché.

Mis piernas se movían en su dirección, y ahí estaba aquella voz de la que no tenía constancia hasta hacía un par de minutos. El dueño de aquella voz, estaba en la calle, y la hacía sonar con ritmo y concordancia de sonidos, estaba cantando junto con su guitarra acústica. Cantaba el estribillo de una canción que me sonaba, y yo estaba ahí, quieta, indecisa, y sin poder moverme.

Él me miraba de vez en cuando y sonreía, pero yo no me inmutaba, estaba loca y perdidamente enamorada de aquel sonido tan bello. 
Los árboles soltaban pelusas con el viento porque era época de que la naturaleza se alterara, junto con mi sangre, que en esos momentos estaba hirviendo. 
Era una escena tan maravillosa... (como sacada de un libro)
Tenía unos dedos que hacían absoluta poesía encima de las cuerdas de su guitarra, y la vibración de sus cuerdas vocales acompañaba tan sumamente bien a aquella instrumentación que... estaba atontada.

Únicamente pasaron dos cosas antes de que su mirada volviera a traspasarme.
Una, que volvió a sonreír. Y la segunda, que le salieron dos hoyuelos preciosos al sonreír en cada uno de sus mofletes.

Definitivamente no me hacía falta un libro de autoayuda para saber que estaba completa y absolutamente enamorada de aquel chico y de las dos únicas cualidades que había conocido esa tarde sobre él, así que procedí a tirarlo a la basura en cuanto una retahíla de canciones habían captado la atención de esas famosas "mariposas" en el estómago. 
Ahora cada miércoles es especial.



jueves, 15 de mayo de 2014

Recorriéndome

Baño con sal y espuma.




Desde la punta de mis dedos de los pies, subí caminando con los dedos por mis gemelos, hasta llegar a la cima de mis rodillas y bajar por la montaña de mis muslos. Después, mis pulgares divisaron el abismo desde mi cintura, y se asustaron, y corrieron a encontrar refugio justo por debajo de mi estómago, en mi ombligo.
La tormenta se había terminado así que como un grupo de arañas mis dedos subieron hasta el pico con mayor altura de todo ese campo de piel: mis senos.
Suavemente se deslizaron hasta rozar mi cuello con la suavidad del agua resbalándose por él. Y fijándose en cada vena y arteria que se cruzaban por ahí. Más tarde, mi barbilla; y luego mis labios (desgastados), que entreabiertos, parecían una caverna en la que resguardarse del frío, pero para eso (pensé en que) necesitaba otros labios. 
Mi nariz seguía el recorrido puntiagudamente, y mis ojos, que eran de un color entre un campo de cereales y un prado completamente verde, visualizaban ya la llegada de aquellos viandantes, cuyos nudillos estaban entumecidos y manchados por un negro abundante de las peleas psicológicas que había tenido últimamente y que provenían del consiguiente lugar establecido para reposar: mi mente.

Y esa pelea no sólo se trataba de mis pensamientos, sino de aquello que hacía que mi respiración se acelerase con tanta fuerza: de mi corazón.
Y con el corazón en la mano y mi cerebro en la otra comenzó una disputa entre la locura y la cordura, y adivinad quién gana siempre cada pelea y por qué el cerebro me castiga cada noche por mi indebida elección con un insomnio aplastante.

lunes, 12 de mayo de 2014

Esencial.

Comenzaba un domingo apático sin poder arroparme con tus caricias y tu cadera moviéndose al ritmo de mi respiración.
Encendí la última vela en aquel salón tan oscuro, y abrí la ventana con la esperanza de que mis suspiros se escondieran con el sonido del viento, pero no hubo manera. Así que lo que hice fue escuchar la canción que sonó el último día mientras nos desnudábamos con la mirada. 
Dos noches atrás, tus dientes no paraban de secuestrar a tus labios indomables, y eso a mí me ponía cada vez más nerviosa, eso a mí me ponía cada vez más. 
Mi corazón aprisionaba a mi mente y en un intento de sosegar mis llantos internos, tu voz susurró mi nombre.

Entonces me derretí.
Tú sonreíste.
Estábamos inquietos
(por saber qué pasaría)
y empezamos a querernos.

Y yo no pretendía más que esconderme entre los fríos labios de alguien dispuesto a arroparme esa noche.
Por alguna razón me había perdido hacía unos meses y no sabía cómo encontrarme.
Por alguna razón te había encontrado, supuse.

Tus pupilas negras,
dilatadas
por el humo
de la chimenea
de aquel tren.
Y tú y yo,
inhumanos,
abrazándonos
en la cornisa
de ese piso,
y mientras,
nos daba la risa.

Cometí un error y fue grabar tu geografía en mi mente, pero así los sueños son más placenteros, así las pesadillas desaparecen.
Y los monstruos que habitaban en mi interior.
Esos también desaparecen.

Y me resulta esencial la presencia de unas caricias en la madrugada del 1 de Enero, y de cada día después de ver tu iris de color marrón clavándose en mi nuca.





jueves, 1 de mayo de 2014

Utopía.

Indudablemente estaba soñando.



El filo de sus ojos apareció para clavarse en mi nuca una noche más en la oscuridad del portal número 23 de aquella calle tan mágica. Su imagen se fundía entre las escaleras. Contaba 16 escaleras y un rellano entre ellas por cada piso que subía. Las luces eran imposibles de encenderse, y su perfil se fundía cada vez más rápido, ¿hasta qué piso tendría que subir aquella noche?
Mis piernas temblaban porque me estaba haciendo subir las escaleras corriendo, me hacía perseguirle, algo me atraía de él y no sabía lo que era, qué extraño. 
Había infinidad de pisos en aquel edificio, y cuando digo infinidad, es que probablemente, nadie había llegado nunca hasta el final... Era un edificio diferente a todos los demás, algo innovador, algo único.
Cuando mi cuerpo comenzaba a flaquear, un número gigante dibujado e iluminado con una luz verde de neón, cegó a mis ojos.
Me cegaba tanto que ni siquiera pude darme cuenta del número que era porque había perdido a esa silueta a la que estaba persiguiendo, y mi deber esa noche era encontrarla.
"¿Dónde estará?" mascullé.
Pasé por un lugar demasiado oscuro en el que había dos palabras escritas en la pared... 
"NO PUEDO." Ponía.
¿Qué significaría eso? Qué raro. 

Entré por una puerta de un color azul eléctrico que daba a una habitación de color amarillo chillón, algo realmente nuevo.
Allí, un montón de papeles caían de un techo que no existía, que estaba sin construir, como si se tratara del cielo en una noche estrellada y los papeles fueran meteoritos que andaban cayéndose de allí.
En los papeles claramente se veía escrito: "sonríe", "puedes hacerlo", "supéralo", "llorar es de cobardes", "ellos te quieren", "no abandones", "enfréntate a ellos", "sálvate", "ALGÚN DÍA". Y no pude leer más porque rápidamente tuve que seguir hacia otra habitación.

En la consiguiente un sonido venía de una máquina tocadiscos, pero, ¡esa canción la conozco!
Me asombró mucho porque era mi canción favorita, de mi álbum favorito, a la hora exacta de reloj en la que supe que esa canción iba a ser la banda sonora de mi vida... ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué el rastro de ese personaje me estaba llevando a un momento tan importante de mi vida? ¿Por qué yo?
La canción sonaba en bucle y no paraba de sonar, me estaba agobiando porque un millón de preguntas estaban apareciendo en mi mente y no sabía qué hacer, así que seguí andando a pesar de todo.

Un túnel apareció tras la puerta siguiente y me quedé anonadada. En las paredes aparecían fotos de personas que me resultaban totalmente conocidas... 
Mi padre, mi madre, mi hermana mayor, mi hermana mediana, mis abuelos, mis tíos y mis tías, mis primos... También mis amigos y amigas de la infancia, mis actuales mejores amigos y mejores amigas, mis conocidos, mis vecinos, incluso gente que había compartido una única sonrisa conmigo, una lista interminable. Y al final de todas aquellas imágenes... estaba yo.
Yo con meses, con un año, con dos, tres, cuatro, cinco... Y actualmente con diecisiete años. Cada una de las fotos representaba un momento emotivo para mí. Mi cumpleaños, el día de mi comunión, el día en el que me regalaron mi primera mascota, mi primer viaje, el día en el que supe lo que era de verdad la amistad, mi primer beso, mi primera emoción... Son fotos que yo creía inexistentes, pero que sin duda alguna, en algún recoveco de mi mente tenían demasiada importancia.
¿Por qué esto ahora? ¿Qué me estaba pasando?

El suelo empezaba a cambiar de colores y parecía que se movía. Un humo abrumador salía de las paredes y yo no conseguía ver nada... 

"¡¿Qué está ocurriendo?! ¡Estoy volando! Estoy en el cielo. ¡Bajadme de aquí, por favor!" Estaba atacada de los nervios. Sobrevolaba el cielo en un aeroplano que se tambaleaba, y yo tenía que llevar los mandos en aquella situación. Sentí miedo. Mucho miedo. Pero cuando conseguí llevar la situación a una fuera de peligro me sentí exhausta de felicidad. Anímicamente descansada. La adrenalina seguía en mí pero la calma comenzaba a llegar.
Bajo mis pies estaba el mundo, y nunca mejor dicho.
Bajo mis pies pude ver a las personas viviendo sus vidas. En este tramo de la noche me di cuenta de cosas en las que nunca antes me había fijado. Aquí y ahora estaba fijando mis sentimientos, y precisamente me hacía falta recomponerme.

En las afueras de la ciudad gente sin nada que comer conversaba felizmente alrededor de una hoguera que ellos mismos habían hecho. Había un niño pequeño, el cual estaba arropado con un harapo roto y a la vez acurrucado bajo los brazos de sus padres, que hábilmente leían un cuento (sucio y con las páginas medio rotas) para él a la luz de la lumbre mientras intentaba quedarse dormido. Difícilmente lo conseguirían con el ruido de los trenes de carga que pasaban prácticamente al lado suyo. Yo sólo deseaba que tuvieran suerte. Yo sólo deseaba que la vida no les absorbiera.

La siguiente imagen que divise con el aeroplano (que ya estaba totalmente controlado) fue una pareja cenando en un restaurante céntrico de la ciudad.
Ella parecía realmente molesta por algo. Mis ojos se fijaron ahora en su acompañante, un chico moreno, bien arreglado, y hablando por su teléfono móvil. Parece que lleva bastante tiempo hablando y riéndose a la vez. Ella está descontenta con su actitud y él no parece darse cuenta. Finalmente, ella se levanta, pone un billete de gran cantidad de dinero en la mesa, y sale por la puerta del restaurante. El chico trata de seguirla pero ella no quiere saber nada más de él. Simplemente el tiempo había pasado y no a favor de ese chico. 
Me gustaría saber si la chica estará llorando o por el contrario, dejará de pensar en aquel imbécil que le ha arruinado la noche. Ella iba tan bonita para él con su vestido rojo... Ha sido un desperdicio que él no se haya dado cuenta. ¿Serían pareja? Seguro... Por culpa de aquel incompetente ahora ella estará pasando la peor noche de su vida.

Una nube demasiado gris me tapa la vista y pierdo el control del aeroplano. No sé qué hacer ni cómo recobrar el control de los mandos. El motor se ha parado y estoy cayendo en picado. Encima llueve.
Para mi suerte ha sido otra fantasía más y el susto que me he pegado ha terminado llevándome al agua de una piscina. Estoy mojada y está lloviéndome en la cara. Pero me encanta.
El cielo está apagado y debido a las nubes torrenciosas no se pueden ver hoy las estrellas, así que decido hundirme en la piscina y bucear. Lo que me sorprende ahí abajo es que estoy viendo otra vez aquella luz de neón del principio. Está borrosa y ya no me duelen tanto los ojos de mirarla, así que veo el número de, supuestamente, el piso al que había llegado antes.
17.
Qué cosa tan extraña. ¿He subido hasta el piso número 17?
El viaje que he recorrido esta noche ha sido muy raro. Pero me ha recordado a muchas cosas de las que no tenía constancia.
Ahora que me paso a pensar.



17 son mis años.

Ese "NO PUEDO" que apareció en la primera sala me suena de haberlo repetido millones de veces en mi cabeza y de nunca poder quitármelo de en medio, aunque he querido otras millones de veces que desapareciera.

Todas las palabras de la segunda habitación me las han dicho mil veces las personas que me quieren (y también me lo he dicho yo). Quizás, en vez de dejarlas ahí apartadas, debería hacerlas más caso, y vestirme con más azul eléctrico y amarillo chillón. 

La música ha demostrado ser un papel muy importante en mi vida. Me ha enseñado a respetar, a escuchar las letras de las canciones (como a escuchar a las personas), a culturizarme sobre los temas de los que hablan muchas de las canciones, a informarme sobre los integrantes de los grupos, a tener ídolos, a superarme... Sin la música no podría permanecer viva. Sin la música estaría hundida. 

Las imágenes de las personas han logrado hacer de mi vida un álbum de fotos que no voy a poder borrar, aunque quiera. Y sé que cada persona que ha aparecido en mi vida, (ya sea sólo por un segundo, por una sonrisa, por un apretón de manos, por un beso, o por hacer que llore por primera vez) es muy importante. Y se ha llevado un trocito de mí. Se han llevado un cachito de mi mente, y muchos sentimientos compartidos. Así que tal vez debería acordarme un poquito más de los momentos importantes (aunque pequeños), que de los menos importantes (aunque grandes).

El aeroplano me ha hecho darme cuenta de que, no es importante el lugar, sino las personas con las que compartes el momento, las sonrisas que te sacan, y que nunca (ni en el peor de los momentos) vas a estar solo. Siempre hay alguien. Una persona, dos, tres, incluso uno mismo se hace compañía si tiene fe en que las cosas saldrán bien. En que la vida no le va a absorber, como muchas veces me ha pasado a mí, como en muchos sitios me he derrumbado por pensar estar sola en todo esto.
También (en este viaje) me he dado cuenta de que, si una persona no te valora, échala de tu vida. Por mucho que duela. Que los días pasan y tu vida también, y perder el tiempo no es algo que sea realmente productivo, que no puedes estar bien y al segundo darte cuenta de que todo a tu alrededor era una mentira. Que tienes que darte cuenta de lo real y lo imaginario, de lo importante y lo que no merece la pena. No hay que tirar tu vida por la vida.

Finalmente, la lluvia es la solución a todo, porque es como una descarga a tiempo, justo antes de que la tormenta llegue, justo antes de dejar que explotes, simplemente un desahogo mental y físico que se apodera de tu mente y que al final, lo cambia todo.

(Me percaté de inmediato de que, la silueta a la que estaba siguiendo, era la vida en sí, era mi vida. Irónicamente, estaba persiguiendo lo que quería cumplir: mis sueños.)