jueves, 1 de mayo de 2014

Utopía.

Indudablemente estaba soñando.



El filo de sus ojos apareció para clavarse en mi nuca una noche más en la oscuridad del portal número 23 de aquella calle tan mágica. Su imagen se fundía entre las escaleras. Contaba 16 escaleras y un rellano entre ellas por cada piso que subía. Las luces eran imposibles de encenderse, y su perfil se fundía cada vez más rápido, ¿hasta qué piso tendría que subir aquella noche?
Mis piernas temblaban porque me estaba haciendo subir las escaleras corriendo, me hacía perseguirle, algo me atraía de él y no sabía lo que era, qué extraño. 
Había infinidad de pisos en aquel edificio, y cuando digo infinidad, es que probablemente, nadie había llegado nunca hasta el final... Era un edificio diferente a todos los demás, algo innovador, algo único.
Cuando mi cuerpo comenzaba a flaquear, un número gigante dibujado e iluminado con una luz verde de neón, cegó a mis ojos.
Me cegaba tanto que ni siquiera pude darme cuenta del número que era porque había perdido a esa silueta a la que estaba persiguiendo, y mi deber esa noche era encontrarla.
"¿Dónde estará?" mascullé.
Pasé por un lugar demasiado oscuro en el que había dos palabras escritas en la pared... 
"NO PUEDO." Ponía.
¿Qué significaría eso? Qué raro. 

Entré por una puerta de un color azul eléctrico que daba a una habitación de color amarillo chillón, algo realmente nuevo.
Allí, un montón de papeles caían de un techo que no existía, que estaba sin construir, como si se tratara del cielo en una noche estrellada y los papeles fueran meteoritos que andaban cayéndose de allí.
En los papeles claramente se veía escrito: "sonríe", "puedes hacerlo", "supéralo", "llorar es de cobardes", "ellos te quieren", "no abandones", "enfréntate a ellos", "sálvate", "ALGÚN DÍA". Y no pude leer más porque rápidamente tuve que seguir hacia otra habitación.

En la consiguiente un sonido venía de una máquina tocadiscos, pero, ¡esa canción la conozco!
Me asombró mucho porque era mi canción favorita, de mi álbum favorito, a la hora exacta de reloj en la que supe que esa canción iba a ser la banda sonora de mi vida... ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué el rastro de ese personaje me estaba llevando a un momento tan importante de mi vida? ¿Por qué yo?
La canción sonaba en bucle y no paraba de sonar, me estaba agobiando porque un millón de preguntas estaban apareciendo en mi mente y no sabía qué hacer, así que seguí andando a pesar de todo.

Un túnel apareció tras la puerta siguiente y me quedé anonadada. En las paredes aparecían fotos de personas que me resultaban totalmente conocidas... 
Mi padre, mi madre, mi hermana mayor, mi hermana mediana, mis abuelos, mis tíos y mis tías, mis primos... También mis amigos y amigas de la infancia, mis actuales mejores amigos y mejores amigas, mis conocidos, mis vecinos, incluso gente que había compartido una única sonrisa conmigo, una lista interminable. Y al final de todas aquellas imágenes... estaba yo.
Yo con meses, con un año, con dos, tres, cuatro, cinco... Y actualmente con diecisiete años. Cada una de las fotos representaba un momento emotivo para mí. Mi cumpleaños, el día de mi comunión, el día en el que me regalaron mi primera mascota, mi primer viaje, el día en el que supe lo que era de verdad la amistad, mi primer beso, mi primera emoción... Son fotos que yo creía inexistentes, pero que sin duda alguna, en algún recoveco de mi mente tenían demasiada importancia.
¿Por qué esto ahora? ¿Qué me estaba pasando?

El suelo empezaba a cambiar de colores y parecía que se movía. Un humo abrumador salía de las paredes y yo no conseguía ver nada... 

"¡¿Qué está ocurriendo?! ¡Estoy volando! Estoy en el cielo. ¡Bajadme de aquí, por favor!" Estaba atacada de los nervios. Sobrevolaba el cielo en un aeroplano que se tambaleaba, y yo tenía que llevar los mandos en aquella situación. Sentí miedo. Mucho miedo. Pero cuando conseguí llevar la situación a una fuera de peligro me sentí exhausta de felicidad. Anímicamente descansada. La adrenalina seguía en mí pero la calma comenzaba a llegar.
Bajo mis pies estaba el mundo, y nunca mejor dicho.
Bajo mis pies pude ver a las personas viviendo sus vidas. En este tramo de la noche me di cuenta de cosas en las que nunca antes me había fijado. Aquí y ahora estaba fijando mis sentimientos, y precisamente me hacía falta recomponerme.

En las afueras de la ciudad gente sin nada que comer conversaba felizmente alrededor de una hoguera que ellos mismos habían hecho. Había un niño pequeño, el cual estaba arropado con un harapo roto y a la vez acurrucado bajo los brazos de sus padres, que hábilmente leían un cuento (sucio y con las páginas medio rotas) para él a la luz de la lumbre mientras intentaba quedarse dormido. Difícilmente lo conseguirían con el ruido de los trenes de carga que pasaban prácticamente al lado suyo. Yo sólo deseaba que tuvieran suerte. Yo sólo deseaba que la vida no les absorbiera.

La siguiente imagen que divise con el aeroplano (que ya estaba totalmente controlado) fue una pareja cenando en un restaurante céntrico de la ciudad.
Ella parecía realmente molesta por algo. Mis ojos se fijaron ahora en su acompañante, un chico moreno, bien arreglado, y hablando por su teléfono móvil. Parece que lleva bastante tiempo hablando y riéndose a la vez. Ella está descontenta con su actitud y él no parece darse cuenta. Finalmente, ella se levanta, pone un billete de gran cantidad de dinero en la mesa, y sale por la puerta del restaurante. El chico trata de seguirla pero ella no quiere saber nada más de él. Simplemente el tiempo había pasado y no a favor de ese chico. 
Me gustaría saber si la chica estará llorando o por el contrario, dejará de pensar en aquel imbécil que le ha arruinado la noche. Ella iba tan bonita para él con su vestido rojo... Ha sido un desperdicio que él no se haya dado cuenta. ¿Serían pareja? Seguro... Por culpa de aquel incompetente ahora ella estará pasando la peor noche de su vida.

Una nube demasiado gris me tapa la vista y pierdo el control del aeroplano. No sé qué hacer ni cómo recobrar el control de los mandos. El motor se ha parado y estoy cayendo en picado. Encima llueve.
Para mi suerte ha sido otra fantasía más y el susto que me he pegado ha terminado llevándome al agua de una piscina. Estoy mojada y está lloviéndome en la cara. Pero me encanta.
El cielo está apagado y debido a las nubes torrenciosas no se pueden ver hoy las estrellas, así que decido hundirme en la piscina y bucear. Lo que me sorprende ahí abajo es que estoy viendo otra vez aquella luz de neón del principio. Está borrosa y ya no me duelen tanto los ojos de mirarla, así que veo el número de, supuestamente, el piso al que había llegado antes.
17.
Qué cosa tan extraña. ¿He subido hasta el piso número 17?
El viaje que he recorrido esta noche ha sido muy raro. Pero me ha recordado a muchas cosas de las que no tenía constancia.
Ahora que me paso a pensar.



17 son mis años.

Ese "NO PUEDO" que apareció en la primera sala me suena de haberlo repetido millones de veces en mi cabeza y de nunca poder quitármelo de en medio, aunque he querido otras millones de veces que desapareciera.

Todas las palabras de la segunda habitación me las han dicho mil veces las personas que me quieren (y también me lo he dicho yo). Quizás, en vez de dejarlas ahí apartadas, debería hacerlas más caso, y vestirme con más azul eléctrico y amarillo chillón. 

La música ha demostrado ser un papel muy importante en mi vida. Me ha enseñado a respetar, a escuchar las letras de las canciones (como a escuchar a las personas), a culturizarme sobre los temas de los que hablan muchas de las canciones, a informarme sobre los integrantes de los grupos, a tener ídolos, a superarme... Sin la música no podría permanecer viva. Sin la música estaría hundida. 

Las imágenes de las personas han logrado hacer de mi vida un álbum de fotos que no voy a poder borrar, aunque quiera. Y sé que cada persona que ha aparecido en mi vida, (ya sea sólo por un segundo, por una sonrisa, por un apretón de manos, por un beso, o por hacer que llore por primera vez) es muy importante. Y se ha llevado un trocito de mí. Se han llevado un cachito de mi mente, y muchos sentimientos compartidos. Así que tal vez debería acordarme un poquito más de los momentos importantes (aunque pequeños), que de los menos importantes (aunque grandes).

El aeroplano me ha hecho darme cuenta de que, no es importante el lugar, sino las personas con las que compartes el momento, las sonrisas que te sacan, y que nunca (ni en el peor de los momentos) vas a estar solo. Siempre hay alguien. Una persona, dos, tres, incluso uno mismo se hace compañía si tiene fe en que las cosas saldrán bien. En que la vida no le va a absorber, como muchas veces me ha pasado a mí, como en muchos sitios me he derrumbado por pensar estar sola en todo esto.
También (en este viaje) me he dado cuenta de que, si una persona no te valora, échala de tu vida. Por mucho que duela. Que los días pasan y tu vida también, y perder el tiempo no es algo que sea realmente productivo, que no puedes estar bien y al segundo darte cuenta de que todo a tu alrededor era una mentira. Que tienes que darte cuenta de lo real y lo imaginario, de lo importante y lo que no merece la pena. No hay que tirar tu vida por la vida.

Finalmente, la lluvia es la solución a todo, porque es como una descarga a tiempo, justo antes de que la tormenta llegue, justo antes de dejar que explotes, simplemente un desahogo mental y físico que se apodera de tu mente y que al final, lo cambia todo.

(Me percaté de inmediato de que, la silueta a la que estaba siguiendo, era la vida en sí, era mi vida. Irónicamente, estaba persiguiendo lo que quería cumplir: mis sueños.)





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