lunes, 21 de marzo de 2016

Atlantis.

"Está bien, no pasa nada".
¿Cuántas veces habrá salido esa frase de mi boca, cuántas habrá sido verdad, y cuánto de indirectamente proporcional habrá sido eso?
Tres interrogativas retóricas que se dan por supuestas con cifras altamente inimaginables.
Supongo que a todos nos ha pasado.
La incertidumbre de saber cuándo se acabarán las rachas de mierda y volverán los días buenos, teñidos de blanco, como un folio vacío, el cual mancharemos de nuevo de millones de cosas hasta que finalmente, el ciclo se repita y ese folio esté tan manchado que queramos deshacernos de él.
Pues así me pasa a mí.
Creo que, no simplemente he llenado el folio de palabras y frases que no deberían estar ahí, sino que me he dedicado a llenarlo de borratajos, y a escribir encima de ellos. Siempre he sido algo desorganizada.
Y claro, a ver cómo recupero ahora yo ese folio liso y blanco como la nieve. Si está arrugado.
Además de eso, ayer lo rompí en un ataque de nerviosismo que no pude controlar.
Y dudo que alguien pueda darme otro folio así de gratis.
Ya hubo un tiempo pasado en el que luché por otro y me lo dieron con la advertencia de que no lo rompiera. Y aún así lo hice. Lo he roto. ¿Pero qué vais a esperar del desastre convertido en persona?
Así que mis esperanzas por luchar otra vez por otro folio en blanco en el que pueda reescribir mi historia, y esta vez hacerlo bien, han desaparecido por completo. Ya no hay fe. Ya no creo en que las cosas buenas puedan pasarme.
Y es triste afirmar esto, porque yo siempre he creído en algo. En alguien.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Salvémonos.

Hubo un día en el que aparecimos, cansados, hastíos, y hartos de todo.
Y entonces tú me dijiste: “esto hay que arreglarlo”.
Y yo, con los pelos revueltos por el aire y las manos mojadas por la lluvia, te abracé, y lo entendimos como un “podremos con ello”.
Días después de la tormenta, no llegó la calma, tú seguías apático, llegabas a casa y lo primero que hacías era coger una cerveza, sentarte en el sillón y jurar en relación a lo mal que había ido tu trabajo ese día.
Yo, en cambio, tan cansada como siempre, cogía al gato en brazos, me lo llevaba a nuestra habitación y lo acariciaba desconsoladamente hasta lograr quedarme dormida después de semanas de dolor y angustia.
¿Qué nos está pasando?
Supongo que algunas parejas se cansan unas de otras y ya está, que los atrapa la monotonía y el tiempo y no saben salir de ahí solos, así que quizás lo mejor sea darnos un tiempo.
Tú quizás deberías volver a casa de tu madre y yo quedarme aquí, acariciando a Nikki mientras dejo que pase el tiempo, y mis ganas con él.
Pero miro el reloj cada dos por tres y te juro, mi amor, que el tiempo no pasa igual cuando estoy sin ti que cuando estoy contigo, aunque no estemos bien, aunque tú estés en la habitación de al lado y yo a tres metros, llorando desmesuradamente en el baño.
Ahí fue donde me di cuenta de que sin ti estaba perdida, de que sin ti no era amor, sin ti era un fastidio, algo que no quería experimentar nunca desde que te conocí, ni quiero.
Y sé que esto, esto es estar enamorada. Porque si tú te vas yo no puedo, si tú no estás me vence el tiempo, si la puerta no se abre tras un día duro de trabajo y eres tú el que aparece tras ella, me hundo, lo juro.

Y cariño, sé que aún no es tarde, así que volvamos. Volvamos a decirnos las cosas, volvamos a poner las cartas sobre la mesa, volvamos a empezar.