viernes, 28 de junio de 2013

Nostalgia.

Intenté controlarme de alguna forma en la que no tuviese que acordarme de ti, pero recordé la última vez en la que respiré hacia tu dirección, y entonces todo en mi mente volvió a formarse.

Me atreví a decirle a mi corazón que parara de hacerlo, que parase de latir tan fuerte cuando alguien decía tu nombre o cuando simplemente te veía por la calle.
Fui capaz hasta de pegarle a la pared, con tal de que los recuerdos se disiparan, con tal de que tu recuerdo se desvaneciera...
¿Cuál fue el resultado? Nada. A penas pude mantener la mente en blanco cuando tu aliento se dirigió otra vez hacia mi dirección.
La gente no hacía más que hablar de adicciones, y yo no hacía más que pensar: 'que no hablen de adicciones si no han escuchado tu risa'. Y entonces pensé en tu risa. Y fue lo peor que pude hacer... Porque después de eso vino tu voz... Ese tipo de voz que puedes estar horas escuchando y no te cansarías nunca de su tono, del ritmo que lleva al hablar, de la dulzura que usabas con algunas palabras y de cómo hacías que otras sonaran graciosas. Y escuchar tu voz diciendo 'enana' o cualquier otra cosa con la que sabías que me picaba, tengo que confesar, que era lo mejor del mundo...
Y así pasé el tiempo, pensando en las cosas a las que soy adicta. Y en las personas a las que soy adicta. Y entonces me acordé de que era muy tarde, pero con tantas adicciones que tengo se me olvidó mencionar el café, y me tomé dos cafés fríos, y fue la mejor sensación del mundo porque me imaginé tu boca con sabor a café y entonces sonreí. Y me di cuenta de cuánto iba a costar olvidarte. Pero también me di cuenta de que, no sé cómo lo haces, pero aunque no estés a mi lado sigues haciéndome sonreír, aunque ahora es distinto...
Fue una de esas sonrisas de anhelo y tristeza, ¿habéis oído hablar de ellas? Pues eso es lo que me pasaba. Al principio sonreía por recordar los buenos momentos, y porque en esos buenos momentos estabas tú, pero luego comenzaba a echarte de menos y a darme cuenta de cuántas cosas me quedaban por decirte, de cuántos momentos me gustaría haber pasado contigo y de todo lo que me voy a perder.
Y bueno, ya sabéis que las noches pensativas son mi punto débil y ni siquiera me di cuenta de que en el último café de la noche caían las últimas lágrimas del día, y entonces me quedé dormida encima del escritorio con la nostalgia de no tenerte a mi lado, siempre con ese sentimiento que odio, que no me gusta nada... El café terminó sabiéndome amargo a pesar de la noche tan bonita que se había quedado.


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