domingo, 13 de octubre de 2013

'Deep in my soul.'

Café a las tres de la mañana para acompañar al insomnio y a mis ojeras, que a estas horas comienzan a formarse.
Voy dando tumbos por el café con la cuchara y mientras mi cabeza se pierde entre el espacio y el tiempo y como siempre: la causa eres tú.
No quiero estar en un mundo en el que no me dejen soñar contigo, por eso permanezco despierta, porque es cuando mejor sueño contigo, con la mejor curva de tu cuerpo, con tu sonrisa.
Entonces, me imaginé a mí siendo la razón de tu insomnio y el por qué de tu sonrisa y los escalofríos erizaron mi piel.
Y en un intento de agachar la cabeza e irme, te sonreí sin querer, fue algo (in)voluntario que hizo que tú también sonrieras y... supongo que me quedé prendada de la risa posterior que se pronunció en ti. ¿Pero sabes qué es lo mejor? Que tú también te quedaste prendado de cada palabra que salía de mi boca. Y te veía mirarme los labios, y yo miraba los tuyos de la misma forma y supongo que fue ahí donde ninguno de los dos pudo contenerse.
Después de esa unión de los labios de dos tontos sonrientes recordé por qué bebía café, y descubrí que tus labios sabían a ello, y entonces me puse a atar hilos y a terminar frases interminables y supe entender que la inspiración de los versos que se maquinaban en mis entrañas eras tú.
Creo que nos vimos un par de veces más antes de que con tan sólo un roce de la mano sintiese que el mundo a mi alrededor se desvanecía. Mi piel se erizaba en un intento de choque entre nuestros cuerpos, inmóviles e indecisos.
Y ahí, en medio de esa noche interminable nos hicimos eternos. Tu mirada fundida en la mía, la comisura de tus labios más bonita que nunca, y ese brillo en los ojos que te hace tan especial.
Lo mejor de todo esto es que tu mano encaja perfectamente con la mía, y que podría estar en medio de un asalto a mano armada y no me importaría, porque seguramente estarías tú a mi lado.
Añadiré a la lista de cosas buenas que cuando estoy a tu lado aprendo cosas que nunca jamás hubiese aprendido si no hubiese sabido jamás de tu existencia.
Y como nota mental añadiré también que los ojos marrones pueden ser la octava maravilla del mundo si se tratan de los tuyos.

No sé cómo lo haces, pero al final siempre acabas regresando a mí.



«Vuelves a mí porque el asesino siempre vuelve al lugar del crimen.»



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