martes, 3 de junio de 2014

¿Qué me dices?

Mi mente ya estaba tardando en desear lo que no debía. 


Un cúmulo de cosas se me amontonaron entre tanto papeleo en la mesa. Lo quemé todo. Quemé todo mi pasado y sólo quería una única cosa hoy: a ti.
Fue la indiferencia la que al principio de nuestra historia invadió a mis pensamientos.
No me interesaba nada de ti. Es más, recuerdo haberme cansado de hablar contigo la primera vez que me saludaste, sólo porque habías decidido hablarme.
No me gustabas. Tampoco me disgustabas. Pero no te necesitaba.

Por el contrario, llevo unas semanas en las que creo que no puedo perder la oportunidad de conocerte, creo que me atraes, que me gustas, creo que así sin más, no he podido decidir, me has llamado la atención.
Y me molesta no ser yo a la que abres conversación todos los días, sí, me molesta mucho, pero aquí me tienes.
No sé si este sentimiento va a durarme toda la vida, o simplemente un único momento inagotable, pero quiero que dure, y no lo había querido antes tanto como ahora.

Todo en mi vida ha ido ocurriendo demasiado rápido, y para una vez que las cosas van con calma, tengo muchísimas ganas de morderte la boca y hacértelo muy rápido, a la vez que una canción de rock, qué ironía.

Supongo que todo esto que te cuento, si es que alguna vez lo lees, te importe poco o nada. Creo que tienes todo el derecho del mundo a rechazarme, a pasar de mí como lo hice yo al principio, a ignorarme toda la vida o gran parte de ella, pero sé que sabes lo que pienso sobre vivir. 

La vida está hecha para cometer errores, para querer indebidamente y para luchar por lo que quieres.


Y yo quiero quererte indebidamente y ser tu mayor error.


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