lunes, 19 de enero de 2015

Pídeme que me quede.

Abatida.
Echa toda una fiera cuando llega a casa y tira sus cosas por la ventana y da golpes contra la pared, intentando recuperar todo aquello que se ha perdido. Todo aquello que antes la llenaba y ahora la debilita. Todo aquello que antes la hacía fuerte y ahora hace que se derrumbe.

Despistada.
Estas últimas horas ha estado haciendo cosas sin ningún tipo de lógica.

Desatada.
No.
Así no se sentía.
Porque se sentía atada a todo aquello que alguna vez la asustó.

¿Recomponerse?
¿Cómo lo hará?
Nunca tiene hambre.
No levanta cabeza.
Le duele el corazón pero los médicos dicen que no le ocurre nada grave, que será la tensión.
Tensión.
Qué sabrán ellos de tensión.
Del dolor que siente ella ahí dentro.
De pasar de ver la vida a color a verla en blanco y negro.
Qué sabrán si el racionalismo no soluciona las dudas de eso a lo que llaman sentimientos.
No.
No.
No.
Dime que no.
Y te prometo que me iré.
Me iré de aquí para siempre.
No volveré jamás a verte.

Te juro que,
si me dices que sí tan solo una vez más.
No puedo.
Pero quiero. Lo deseo.
Deseo abrazarte y lo que es peor, besarte.
Por qué no te vas de mi cabeza.
Por qué no cortas la cuerda y me ayudas y nos ayudamos a ser mejores sin tener que decir "nosotros y no otros".
Por favor.
Hazlo antes de que pase de doler a no notarlo,
porque entonces,
y solo entonces, será que
habré muerto.

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